jueves, 28 de enero de 2010

26) Ronaldhiño

Un buen trago de ron siempre viene bien para levantar el ánimo. Acompañado con hielo, tintineando en el interior, dándole vibración, música que despierta los sentidos, quebrando la tensión del aire. Lo prefiero a la cerveza que embota rápidamente y dudo cuando se trata de elegir entre ron y vino. Ambos son insuperables pero el vino es más romantico. El ron es atrevido, mordaz, como una carcajada que sobresale de un bar lleno de comensales.

Y para completar el ritual se prende un cigarrillo, y aspiras el humo y lo dejás invadir el espacio, llevarse las malas vibraciones. El ron es un trago de batalla, intenso, que tiene un dulsor propio y te deja encantado.

La leyenda dice que los piratas tomaban ron hasta que ya no podian estar en pie. Imaginar una resaca en un barco debe ser terrible, buscar el equilibrio cuando el vaivén es inevitable.

Y creo que no es mucho atrevimiento comparar el placer de un buen licor como encontrar un buen amor. Si es que ha tenido el proceso adecuado y llega a nosotros ni muy tarde ni muy temprano puede alegrarnos y hasta cambiarnos la vida. Por eso hay que tomar la justa medida. Sin exageraciones que saturen.
Porque de no hacerlo las consecuencias serían terribles y las resacas espantosas. Y una resaca de amor es lo peor que nos puede pasar.

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