lunes, 5 de abril de 2010

22) Pena

Ayer me enteré de la muerte de la mamá de un amigo de la infancia. La noticia me llego tarde, pues habia fallecido el viernes y fue en una celebración de cumpleaños donde me dieron la noticia. Y mientras preguntaba los detalles del deceso sentí que me inundaba una inmensa tristeza. Un pesar que seguramente se ha multiplicado al infinito entre los familiares y entre mi amigo -que también es mi compadre- y que ahora esta en Brasil por motivos de estudio.

Son en momentos como este cuando me pongo a pensar en la fragilidad de la vida, en las cosas verdaderamente importantes. En los sacrificios que hacemos para salir adelante, en los problemas que tenemos y que a veces logran separarnos. Lo bueno es que tuve la oportunidad de compartir buenos momentos con la familia y sentirme querido y apreciado a pesar que las visitas a no eran frecuentes pero creo que fueron las suficientes.

Y por estos días seguramente estaré más pensativo y callado que de costumbre y creo que es algo normal. Le tenía un afecto especial y sin quererlo también se ha ido. Y es cierto, ese temblor involuntario en el cuerpo es el cariño que se va alejando. El recuerdo de los momentos vividos que hay que atesorar para siempre.

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